domingo, 5 de noviembre de 2023

Valentina


Hoy mientras cosechaba maracuyás con mi papá se acercó mi vecina Valentina, quien vive frente a mi casa desde siempre.

Entablábamos conversación sobre las plantas y los devenires de la vida, cuando se me ocurrió decirle: “vecina nos conocemos tantos años y no tenemos ni una foto”; a lo que ella no me respondió, si no que rápidamente se paró a mi lado y se sostuvo fuerte rodeándome con un brazo la cintura, e inclinando su cabeza hacia mi pecho. Mi mamá se apresuró en tomarnos la foto y yo le agradecí a mi vecina por ello, cuando empezaron a llenarse sus ojitos de lágrimas mientras me decía: “cuando me enteré que tu mamá estaba embarazada de ti yo presentí que serías mujercita y así fue; me puse muy feliz. Y cuando naciste le llevé a escondidas a tu papá una cerveza negra al hospital para celebrar”. No pude evitar también sentirme emocionada y soltar algunas lágrimas al escuchar ese relato. 25 años viviendo frente a mi vecina Valentina, una mujer pequeñita y amable que me ha visto crecer y yo a ella envejecer. Atiné en abrazarla fuerte también y agradecerle.

 


Añadió: “siempre has sido tan bonita, me siento feliz de verte toda una señorita”. Le di suaves palmaditas en la espalda y nos empezamos a reir de ser así de sensibles. Continuamos nuestra charla conversando de las caiguas y posteriormente se fue a almorzar. 

Han sido días difíciles. Pero creo que hoy cada una se irá a dormir un poquito más feliz. A veces recibes abrazos de quien menos lo esperas en los momentos que más los necesitas. 




lunes, 22 de enero de 2018

El árbol de cerezas

Hace unas horas me desperté con la idea de comprar fruta para terminar de hacer mis marcianos y le dije a mi mamá para que me acompañase al mercado. Llegando, nos detuvimos en un puesto, yo no sabía por qué, pues no tenía la fruta que quería. Mi mamá le pide algo a la vendedora, yo no estaba prestando atención, paga y continuamos nuestra caminata. Ya en mi casa, mi madre me dice: "Hija ven, come". Fui rápidamente y cuando ví el plato con la comida me detuve observando un buen rato. Me entró un sentimiento muy extraño. ¿Nostalgia quizá? ¿Un dulce dolor? Lo único que sé es que ahí habían cerezas. Cerezas recién lavadas, con sus tallitos de donde deben haber pendido antes de haber sido cortadas. Tomé una y fue cuando
todos los recuerdos llegaron a mí. Estaba ella, en el corral, de espaldas parada junto al árbol, con sus pantalones flojos, su blusa de tela fresca, el cabello corto y pomposo, de un color pardo, sus sandalias marrones, esas que tenían huecos cuadrados en la planta y que hacían un sonido peculiar al caminar. Ahí estaba parada junto al cerezo, mi dulce abuelita. Ella, madre de mi madre, falleció cuando yo tenía 10 años, edad suficiente para saber qué era la muerte, pero insuficiente para aprender a vivir con ella y asimilarla. Mi mami Freddy,  (así la llamaba pues su nombre es Fredesvinda) era de aquellas mujeres que podía ser lo que quisiera con solo pensarlo y necesitarlo; es por ello que uno de sus pasatiempos o actividades, era sembrar plantas y árboles de todo tipo, según necesidad (como ya lo he mencionado antes) o simplemente por amor a la naturaleza, ahí en el corral de su casa que se encontraba al fondo de ésta. Siempre que iba a verla, me llevaba a ese corral, nos gustaba a ambas sentir ese silencio interrumpido solo por el sonido del viento y de los pájaros. A veces iba directo ahí y la encontraba cosechando sus espárragos, su hinojo, con el que después me preparaba té. Pero el centro de atención de aquel lugar era ese cerezo enorme y robusto que estaba al centro del jardín, y que luego de la muerte de mi abuelita, sería completamente talado. Este árbol siempre estaba cargado, cuando íbamos a recoger las cerezas, a veces las encontrábamos picadas por los pájaros que se anidaban ahí o simplemente por aquellos que pasaban a probar de aquel dulce sabor. Creo que era nuestro mayor tesoro. Cuando regresaba a casa, luego de visitarla, llegaba con mi puñado de cerezas para mis padres y mis hermanos. Mami Freddy siempre nos enviaba. Hoy, luego de 10 años, volví a probar cerezas. No esas que van de adorno en los pasteles y están acarameladas. Probé de esas que me daba mi abuelita con tanto amor, arrancadas de su árbol y lavadas con agua de caño. Te extraño mucho mami Freddy, a ti, a tus cerezas, y a nuestras tardes de novelas, de colgar la ropa y de silencio en el corral. Esta entrada es para ti. Mi corazón para ti mamita.

domingo, 5 de marzo de 2017

Autoversos

Yo también estoy buscando
re-llenar este vacío,
mi corazón convertido,
arrancado, malherido.
No existe culpa,
no hay respuesta
solo hay excusas
de una constante duda.
Podemos juntar las piezas
podemos unirlo todo,
pero hay una condición:
en cosas del corazón,
uno solo es la razón.
Nadie nos ayudará,
¡sálvame! exclamaré
yo iré en mi auxilio
y mis heridas curaré.
Es un viaje hacia uno mismo,
un recurso utilizado
para un fin necesitado:
Recuperarse de lo perdido
que se estuvo en un pasado.

jueves, 2 de marzo de 2017

92 palabras ficticias

No existe letargo alguno esta madrugada. ¿Tan difícil es conciliar el sueño cuando hay en qué pensar? He estado dormida tanto tiempo que el despertar fue abrupto. Las personas cambian. No hay verdad más absoluta. Incorrecto es pensar que las situaciones serán diferentes cuando yo ya no soy la misma, cuando todos nosotros ya no somos los mismos. Tus palabras calan en lo más hondo de mi ser. Retumban constantemente en mi mente y giran y giran como veletas indicando la dirección del viento. Errores están por llegar. Palabras nuevas por decir. Corazón que destruir.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Solo una descripción

Son las 2:12 AM del lunes 27 de febrero, no hablaré esta vez de terceros, tampoco quiero inventar historias, ni imaginarme en una de ellas. Simplemente tengo ganas de expresar las emociones que voy sintiendo. Estoy acostada en mi cama recién tendida con sábanas limpias. Tengo puesto un bvd de algodón que me compró mi mamá. Separo las piernas un poco sobre la cama y las muevo hacia los costados de rato en rato. Hay un mosco que no deja de hacer bulla y se la pasa revoloteando por encima mío. Demonios. Acabo de ver un largometraje que compré hace unos días, con el poco dinero que tengo ahorrado de los pasajes para irme al gimnasio. De hecho, no iba a comprar ninguna película porque tenía pereza salir de mi casa hasta el centro de Trujillo. Pero lo hice y aquí estoy, con todo este mar de emociones a punto de desbordarse. The room, es el título de este film, y no tengo la menor idea de cómo describirlo. Pensé en palabras rebuscadas y que suenen imponentes pero tampoco es mi estilo supongo. Cada vez que escribo lo hago como si estuviera frente a ti lector y como amigos de toda la vida te contara lo que quiero transmitir con mis propias palabras. Volviendo a la película, he quedado realmente impactada. No recuerdo haber llorado por un drama, sin embargo no dejé de derramar lágrimas durante las 2:57 h que duró esta obra de arte. Porque en escencia es eso. Me conmovió a tal punto de sentir cómo mi piel se erizaba, pude sentir mis latidos, lo juro, sentía mi vida haciéndose nada. Tengo atrapado un sentimiento, que no sé cómo llamarlo por cierto, que me tiene ahora escribiendo en plena madrugada. ¿Cómo se le pudo ocurrir a este director una trama tan intensa? Definitivamente el ser humano es un misterio, el arte que es capaz de crear el hombre, es impresionante. Cada vez que veo este tipo de creaciones, siento mi mundo menos destruido, siento que volvemos a ser humanos, con sentimientos, capaces de apreciar el regalo de la vida. Porque en eso se basa el arte ¿no? Recordarnos que estamos vivos, hacernos entender las maravillas de la vida y del mundo en sí. Me gusta sentir este tipo de emociones. Me gusta saber que existen personas con pasión en las cosas que realizan. Es una de las cosas que más admiro de la gente. La pasión que ponen al hacer algo que aman. 2:48 AM, he dicho todo lo que he tenido que decir. Mi cama se ha destendido un poco, ya no escucho al molesto mosco y tengo los ojos tan rojos como si me hubiera fumado un buen porro. Ya tengo sueño y me espera un largo día. -Cierra contenido de entrada-

viernes, 17 de febrero de 2017

Realize

Es de tarde y Clara está echada en su cama perfectamente destendida. Un brazo en la almohada, el otro sobre el colchón. Se quedó pensando en la vida, como lo hace cada tarde. Estoy harta de los cumpleaños feos, de las Navidades tristes y de los Años Nuevos sola. Siempre estás tú destruyéndome antes de estas fechas y solo me queda ese sinsabor horrible de que las cosas no salen como deberían.  Esta es una mierda intermitente, siempre ocurre el desastre cuando estamos cerca a los días de celebración. ¿Cuántos años más de mi vida? Cada año debería ser mejor que el anterior, sin embargo siempre falla algo, siempre está incompleto, y todo vuelve a decaer -otra vez el sentimiento de soledad ¿no?- Basta. Cierra los ojos y piensa en esta extraña reflexión. Sentía los ojos húmedos, pero no dejó caer ninguna lágrima. Poco a poco su mente comienza a divagar en la oscuridad. No pasa mucho tiempo y se queda dormida.

lunes, 16 de enero de 2017

Siempre llueve al atardecer



Sentada en el jardín son las 5:00 pm. Sabe lo que va a ocurrir. Se prepara. Se pone los auriculares y suena "Jardines". Cierra los ojos, siente que llega una suave brisa y le roza ligeramente la piel. Se levanta la blusa de hilo que su madre le regaló por su cumpleaños y deja al descubierto su piel tostada por el sol. Entonces se deja caer. Siente la hierba recién cortada, agita los brazos intentando imitar a los niños cuando juegan en la nieve y forman ángeles con las extremidades. En ese instante suspira tan profundamente que siente cómo el aire entra y sale de su cuerpo como movido por una fuerza extraña. Suspira porque acaba de sentir la primera señal de felicidad de aquella tarde. Una gota de lluvia había caído sobre su pómulo derecho. Abre los ojos, al fin puede ver, el sol se está ocultando, el cielo se empieza a teñir de rojo, naranja y rosado y las gotas de lluvia empiezan a caer y caer y caer... Esto es felicidad -piensa. Siente como el pasto se va humedeciendo, como ella se va empapando de ese regalo que le dejó el sol antes de partir. Se queda simplemente ahí contemplando el espectáculo que muchos ven y pocos aprecian. Adora tanto ver cómo cae la lluvia que pierde la noción del tiempo, incluso del espacio, entra en ese viaje ultrasensorial. Quisiera quedarme aquí toda la vida -murmura. ¡[inserte nombre]!¡Te estoy llamando desde hace rato! ¡Te he dicho que pases! ¡Te vas a resfriar! -grita indignada su madre- ¿A caso no entiendes lo que te estoy diciendo? No puedes estar aquí tirada en el pasto como una loca -continúa su madre mirándola incrédula. La loca eres tú por estar metida en tu casa mientras llueve al atardecer -responde.