Entablábamos conversación sobre las plantas y los devenires de la vida, cuando se me ocurrió decirle: “vecina nos conocemos tantos años y no tenemos ni una foto”; a lo que ella no me respondió, si no que rápidamente se paró a mi lado y se sostuvo fuerte rodeándome con un brazo la cintura, e inclinando su cabeza hacia mi pecho. Mi mamá se apresuró en tomarnos la foto y yo le agradecí a mi vecina por ello, cuando empezaron a llenarse sus ojitos de lágrimas mientras me decía: “cuando me enteré que tu mamá estaba embarazada de ti yo presentí que serías mujercita y así fue; me puse muy feliz. Y cuando naciste le llevé a escondidas a tu papá una cerveza negra al hospital para celebrar”. No pude evitar también sentirme emocionada y soltar algunas lágrimas al escuchar ese relato. 25 años viviendo frente a mi vecina Valentina, una mujer pequeñita y amable que me ha visto crecer y yo a ella envejecer. Atiné en abrazarla fuerte también y agradecerle.
Han sido días difíciles. Pero creo que hoy cada una se irá a dormir un poquito más feliz. A veces recibes abrazos de quien menos lo esperas en los momentos que más los necesitas.


